Que dicha es ver a los abuelos disfrutar de su vejez. Y el lugar más idóneo es el patio de un colegio. Junto a los gozosos y bulliciosos niños que ya no se pueden estar quietos, podemos observar a los padres y madres con cara de sueño; pero a los abuelos orgullosos de sus nietos, con semblante complaciente y la mirada limpia del que casi ha cumplido una gran misión en la vida: llegar a la vejez.
En el patio del enorme del colegio, se puede disfrutar de tres generaciones: niños, adultos de mediana edad y los abuelos. De algún modo, el pasado, el presente y el futuro se entretejen en un acto de vida: el inicio de una jornada escolar.
Los niños corretean, los padres con prisa por marcharse a sus trabajos; únicamente los abuelos mantienen una actitud serena y relajada, como el que no tiene ninguna prisa. Su reloj de la vida marcaba un ritmo mucho más pausado. Es como si la actividad de los nietos sellara el compás de sus vidas.
Los abuelos aprenden a disfrutar de la vejez
“Eres tan viejo como te sientes”
Envejecer es sinónimo de esperanza y miedo al mismo tiempo. Esperanza por alcanzar las metas soñadas, pero además todo ello envuelto en la angustia de quedarse a medio camino. Y a pesar de esto, es cierto que jamás seremos lo suficientemente viejos para no poder soñar. La verdad es que la vejez es un muro, a veces insalvable, para seguir experimentando y no perder la ilusión.
Existen viejos y viejos, efectivamente. Es decir, hay personas que contemplan esta etapa de la vida como una bajada de todas sus facultades (psicológicas, físicas y sociales); o bien, sienten la vejez como “un resbalarse hacia la muerte”, algo así como la antesala de su desintegración. En esta línea se ubican aquellos que afirman que el miedo a envejecer es propiedad de los jóvenes y el miedo a la muerte es el característico de los ancianos.
Pero, la vejez igualmente se puede vivir como lo que es: una etapa más de la vida. Y, por tanto, se consigue disfrutar la vejez como cualquier otra etapa vital.
Carl Jung la denominó como “fase cultural”. Una cultura entendida no simplemente como adquisición de conocimientos; sino más bien como la búsqueda de la propia plenitud, en todas las dimensiones: artística, espiritual, intelectual y afectiva. De esta manera, la vejez sería como la culminación de un complicado proceso que se inicia con el nacimiento.
Alcanzar la vejez es tener la oportunidad de pulir y completar toda una existencia.
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